Registro en línea 2019

La planta desalinizadora de Jebel Ali
(Parte 2)


¿Soluciones o compensaciones?

Como ya se mencionó, es justamente en estos lugares donde comenzó el gran boom de la desalinización. Primero fue Egipto y después, conforme las explotaciones petroleras cobraron fuerza, allá por la década de 1950, los países del área del Golfo Pérsico fueron los que impulsaron la instalación y puesta en marcha de plantas desalinizadoras con cada vez mayor capacidad para servir a las necesidades de pueblos numerosos y sedientos. Algunos países de la zona fueron diversificando su economía, ante la amenaza muy real de quedarse literalmente sin petróleo en pocos años. Con el éxito de las nuevas actividades económicas pudieron empezar a invertir en mejor tecnología para aumentar la eficiencia de las plantas desalinizadoras, al grado que hoy en día no se piensa ya solo en la capacidad de las plantas para proporcionar el agua necesaria para un número dado de personas sino, también, en qué tan eficientemente lo hace en relación con el combustible que gasta—problema que parecía insoluble en un principio—y en qué otros beneficios pueden derivarse de la operación de las mismas. Los resultados: plantas que se encargan de desalar el agua y, a su vez, producir energía. Un ejemplo: la planta de Jebel Ali, en Dubái.

El 9 de abril del año en curso se puso en operación la planta de Jebel Ali, en Dubái. Esta es la planta de doble función más grande de los Emiratos Árabes Unidos, con una capacidad de generación de dos mil sesenta megawatts y de producción de agua potable de seiscientos treinta y seis millones de litros al día, suficiente para satisfacer muy sobradamente la demanda de agua y energía del emirato. La planta opera con gas natural y, en caso de presentarse un problema con el suministro, tiene una reserva suficiente de diésel para continuar en funcionamiento por diez días. DEWA, la oficina que encargó la obra —Oficina de Dubái para la Electricidad y el Agua, por sus siglas en inglés y que es, a su vez, la encargada de gestionar la electricidad y el agua en Dubái—, asegura que las tecnologías empleadas en la planta son tan avanzadas que se ha conseguido reducir la emisión de gases de efecto invernadero, lo que permite la generación de electricidad y la desalinización de grandes volúmenes de agua con una huella mínima de carbono, todo ello dentro de un esquema de costo razonable para el usuario. ¿Cómo se logró esto, si lo que había frenado siempre a la masificación de las plantas desalinizadoras había sido, justamente, el elevado costo del agua obtenida debido a la poca eficiencia en el uso de energéticos?

La planta cuenta con seis turbinas que generan electricidad. Los gases que se generan, que salen de las tuberías a altas temperaturas, son llevados a las calderas que contienen agua de mar: el agua, al calentarse, se convertirá en vapor que, a su vez, será empleado para mover turbinas y generar más energía, o será dirigido a alguna de las ocho unidades de desalinización para convertirlo en agua potable. La eficiencia se eleva, entonces, al emplear el calor generado por la producción de electricidad —que de otra manera se perdería—, para producir más electricidad o para obtener agua potable. La energía, entonces, no se desperdicia en absoluto, ni siquiera la que se obtiene como subproducto.

Parte 3 Planta desalinizadora



La oficina encargada del suministro de agua potable y electricidad en Dubái, DEWA, opera un complejo de diez plantas desalinizadoras y trescientas subestaciones que se extienden a lo largo de la costa de Jebel Ali. Las tuberías que alimentan a las unidades de desalinización pueden adentrarse en el Golfo Pérsico hasta un kilómetro. Las que alimentan a las unidades de la planta M, como se le conoce, y que es la mayor de todo el complejo, se encuentran apenas frente a la costa. Esto se hizo con el fin de que, en caso de haber un derrame de petróleo en el Golfo, la planta no tenga que suspender sus operaciones: un sistema de boyas se activa para rodear las bocas de las tomas, con lo que se evita que el petróleo que flota en la superficie del agua ingrese hasta las unidades desalinizadoras o a las calderas. Desde luego, las unidades que reciben el agua de las tuberías que se encuentran mar adentro tendrían que suspender sus operaciones, pero la planta M tiene capacidad suficiente, no solo para proveer al emirato de la energía y el agua que necesita, sino incluso para hacer reserva, ya que de todo lo que produce hace falta tan solo veinte por ciento para satisfacer las necesidades de toda la población.

La planta, cuya construcción supuso un desembolso de dos mil setecientos millones de dólares, opera en tres bloques de energía compuestos de la siguiente manera: dos turbinas de clase F, que funcionan con gas natural, lo que hace que la quema de combustible sea más limpia, capaces de generar doscientos treinta y cuatro megawatts a temperaturas ambientales de hasta cincuenta grados Celsius. Dos calderas de recuperación de calor, cada una de las cuales genera cuatrocientas veintisiete toneladas de vapor por hora a ciento tres bares de presión. Por último, una turbina condensadora de vapor que genera doscientos dieciocho megawatts de electricidad. La temperatura ambiental, cuando se está sometido al inclemente calor de los veranos del desierto, es un factor a tomar en cuenta en instalaciones de generación de electricidad y, en este caso, de instalaciones mixtas. Es por esto que las turbinas de gas generan mayor energía durante el invierno, cuando también baja la demanda de la misma hasta en cincuenta por ciento, así como la demanda de agua, que cae en entre diez y quince por ciento. Esto puede parecer carente de sentido, en cierta forma. No obstante, uno de los propósitos de DEWA es aumentar las reservas, tanto de energía como de agua del emirato, las cuales, en el momento de la puesta en operación de la planta, ya alcanzaban, a decir de la propia autoridad, hasta el año 2020. Las unidades desalinizadoras fueron obra de la empresa italiana FISIA y, de acuerdo con la propia empresa, son las unidades desalinizadoras en operación más grandes del mundo, en tanto que las seis turbinas de clase F operadas con gas natural fueron construidas por Siemens. Doosan construyó las seis calderas de recuperación de calor y Alstom tres turbinas de vapor con capacidad de doscientos veinte megawatts. Los alemanes Fichtner fueron los consultores del proyecto.

Podría bien decirse que, cuando se desarrolla un proyecto de esta magnitud en aquellas latitudes, van de la mano la tecnología más avanzada y la ingeniería más sofisticada para lograr los mejores resultados con, justamente, una siempre presente preocupación por la óptima utilización de los recursos que no solo redunda en un mayor rendimiento sino, también, en un mejor cuidado al medio ambiente. Esto podría parecer una contradicción en sí misma, ya que desde siempre se ha considerado a la desalinización como un método muy agresivo y muy perturbador para la obtención de agua: quizás, de entrada, el volumen de agua que se remueve del mar no cause impacto en sí mismo. Lo que sí va a afectar al entorno es todos los productos de desecho que se generan y la contaminación que se produce. Porque, para empezar, las plantas desalinizadoras se instalan generalmente en puntos de gran actividad humana, tanto industrial como marítima, y en donde es considerable el asentamiento humano. Todo esto genera desechos y contaminantes que van a dar al mar. Cuando se instalan las plantas y comienzan a funcionar, se generan todavía más contaminantes, no solo en la forma de la pesada salmuera que resulta de la desalinización, sino también de los químicos que se emplean para potabilizar el agua, como el cloro, y los propios contaminantes presentes previamente en el agua. Una de las grandes objeciones a la desalinización, que es la generación de energía extra para la puesta en marcha de las plantas —que puede llegar a encarecer el agua potable obtenida, amén de generar costos ecológicos adicionales—, ha sido superada en la planta M ya que, al ser una planta de doble función, no necesita recargar la red eléctrica local para su funcionamiento. Sin embargo, la cuestión de la forma en que se dispone de los desechos sigue siendo un tema ambiental espinoso. Cierto es que en Dubái no suelen hacer las cosas a medias, y aun cuando no se ha encontrado una manera que agreda lo menos posible al ambiente a la hora de disponer de los desechos generados por la desalinización.